Comenzamos este nuevo año cargados de propósitos, ilusiones
y esperanzas, que como en años anteriores se verán desplazadas por motivos
dispares, problemas y quehaceres que van surgiendo día a día, y que nos impiden
desempeñar ciertos propósitos, para este año yo me he propuesto poder disfrutar
más de esta afición, y espero disponer del tiempo necesario para llevarla a
cabo, de momento comienzo con las imágenes de un bonito pueblo, de nuestra
vecina Guadalajara.
En un antiguo territorio llamado Irépal, se asienta hoy el
poblado de Villaflores, Un conjunto de viviendas constituyentes de una
explotación agraria y ganadera, que se mandó construir a finales del siglo XIX.
Es de reseñar que este nombre fue el que llevó durante los siglos XVII y XVIII
el actual pueblo de Iriépal, y que una serie de señores y familias potentadas
mantuvieron durante varias centurias la preeminencia territorial del término,
desde los Cárdenas en el siglo XVII, a los Ibarra y posteriormente Cortizos,
propietarios de gran parte de las tierras productivas. Tras la revolución
liberal de comienzos del siglo XIX, estos terrenos pasaron a los de la Vega del
Pozo quienes afortunadamente para Guadalajara tuvieron una clara visión social
en su actuación.
Al recuperar Irépal el antiguo nombre, el usado de
Villaflores quedó como nominativo de una de sus parcelas más amplías, y en ella
asentó la familia Vega del Pozo su poblado agrícola.
Nos encontramos ante un poblado envuelto de chanchullos
burocráticos, líos de recalificación de terrenos e historias que deberían haber
concluido con la rehabilitación de Villaflores, rehabilitación que pese a
haberse comenzado está muy lejos de ser finalizada. Como siempre anteponemos
todo a nuestra historia, dejando que se pierdan pedazos importantes de nuestro
pasado, como por desgracia puede pasar con Villaflores.
A fecha de la publicación de este comentario, decir que todo esta tapiado a cal y canto, lo que hace del todo imposible la visita a los interiores del citado complejo.
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